2012, Año de la Energía Sostenible. ¡Qué aflore el arte!

Estamos de regreso en este nuevo año, un año de transformación, de pensarnos, de amar. Un año en el que esperamos sea el fin, el fin de estos tiempos devastadores, consumistas, racistas, misóginos, homofóbicos. La puerta a la reconciliación con la naturaleza.

Es por eso que queremos dedicar nuestras primeras emisiones del 2012, hablando de medicinas alternativas y comunitarias, y qué mejor que ir entrando en calor con dos poemas sobre los estragos de la industrialización y la destrucción de los hábitats naturales. Recordemos que el 2012 es el año de la      Energía Sostenible

Naturaleza Muerta,  un poema de Esthela Calderón, esa etnoliterata nicaragüense, que desde el 2001 nos viene dedicando con sus escritos:


Naturaleza Muerta, de Soplo de corriente vital, 2008



Cuando en mi memoria muera la luna
y las ranas no le canten a su reflejo plateado
en los ríos y charcos
y desaparezca el recuerdo
de nuestro inmenso cielo líquido
donde afanosos le enseñamos a nadar a la esperanza…

Cuando el colibrí
no tenga más flores que chupar
porque todas serán de silicona y cemento
suspendidas, adornando escaparates…

Cuando el tigre
sea un pintado cuadro
en una inmensa toalla playera,
asoleándose en el mar que ya no es…

Cuando mis poemas no puedan ser leídos
por los ojos para quien fueron hechos
y la cruz de Ceiba que cargo gustosa

me pida su carta de libertad…

Será entonces que habrá llegado el momento
de dejarte descansar con mi descanso
y acostumbrarme a formar parte tuya,
naturaleza muerta.


Nos encontramos tambien, a Steven White, quien se ha dedicado principalmente a traducir a poetas como Lorca, Gastón Baquero, Rubén Darío, y también ha realizado antologías bilingües de la poesía de Nicaragua, Chile y Brasil.



Petroleo & Conciencia, de Bajo la palabra de las plantas, 2009

Brindemos por nuestra propia extinción. ¡Salud!
En el cóctel de carbón: el primer helecho del mundo
y también nuestros huesos cuando desaparezcamos.
En un año frígido, arde un millón de años.

El petróleo es la conciencia de la tierra, que apuramos
para apaciguar a nuestros dioses de las refinerías,
para nutrir a vehículos que no tienen cerebro,
y para llenar de combustible a los servidores salvajes,
supremos seres sin vida que flotan, vuelan y matan
en los lugares más remotos del planeta y de la mente,
dondequiera que elijamos imponer nuestra voluntad,
dondequiera que se refinen los fósiles de la avaricia.

Por los pulmones como hojas del Amazonas,
por los senderos cantados de la tierra del caribú,
perforamos el sueño de la tierra de un mastodonte.

Por la piel de las costas y los ojos de arena del desierto
taladramos las capas de la tierra: la psique,
los estratos de todos nuestros soles pretéritos,
y lo que nos mantiene cautivos de la memoria,
pozos oscuros de disoluciones y miedos cotidianos.

Llevamos petróleo crudo y no sangre en el corazón,
y aunque quizá no logre conmovernos
una corriente subterránea nos ayudará a emprender
el verdadero cambio de régimen que empieza en casa.




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